El proceso de aprendizaje de los hábitos alimentarios es muy importante en los primeros años de vida porque favorece el bienestar nutricional y el desarrollo correcto del pequeño, además de adquirir hábitos saludables para cuando sea adulto.

La infancia es una etapa vital en la cual se origina un mayor crecimiento físico y desarrollo psicomotor, por lo que la alimentación debe proporcionarle la suficiente energía como para cubrir todas sus necesidades relacionadas con el crecimiento y maduración.

Hasta los seis meses estas necesidades están cubiertas por la lactancia materna (si no es posible, por la leche adaptada) y después habrá que ir incorporando nuevos alimentos gradualmente.

Los beneficios de amamantar al bebé son numerosos, entre otros:

  • Protección frente a alergias e infecciones.
  • Reducción de muerte súbita.
  • Aparición de anticuerpos frente a enfermedades.
  • Disminución de poder padecer enfermedades respiratorias, como la neumonía y la bronquiolitis.

Además, la lactancia ayudará a la recuperación física de la mamá después del parto, reducirá el riesgo a sufrir cáncer de mama y de ovario, a padecer anemia y osteoporosis, entre otras patologías.

El niño pasa por diferentes etapas por las que habrá que ir adaptando la alimentación según vaya pasando por ellas.

Hasta los 3 años aprende diferentes formas de alimentarse: mamando, masticando, tragando…y manipula los alimentos, descubriendo las diferentes texturas, los sabores y los olores de cada uno de ellos. La educación en este ámbito debe ser coherente y adaptada a cada edad, ya que comerá en distintos entornos (su casa, la escuela, la casa de sus abuelos, restaurantes, etc.) y hay que inculcar una serie de hábitos saludables como pueden ser el uso de los cubiertos, la conducta en la mesa o la higiene, entre otros.

El proceso para ampliar la alimentación del pequeño se suele iniciar a partir de los seis meses, de forma paulatina, tranquila y en cantidades pequeñas. El pediatra, en caso de dudas, podrá resolverlas, y dará pautas a la familia en caso necesario.

Es importante que se respeten unos días entre los diferentes alimentos y así observar si los tolera bien o hay algún tipo de reacción. En caso de rechazo ante alguno es mejor tener una actitud receptiva y comprensiva ya que eso te asegura que sean momentos pasajeros.

El niño, poco a poco, va consiguiendo ciertas destrezas manuales que le posibilita a coger trocitos de comida con los dedos para dar paso a comer solo o beber de un vaso (sujetándolo con las dos manitas).

Evita los alimentos, que por su forma o tamaño, pueda causar atragantamiento.

Si el niño come poca cantidad es normal que te preocupes, aunque la problemática de la inapetencia es, a veces, la diferencia entre lo que el niño come realmente y lo que la familia quisiera que comiera. No obstante, si observas algo raro, no dudes en consultarlo con el pediatra.

Los docentes debemos tener presente que no todos los niños comen la misma cantidad de comida, aunque estén en la misma franja de edad, por tanto no hay que comparar entre ellos, cada uno tiene unas necesidades distintas que van variando con el paso del tiempo.

Y recuerda…una alimentación apropiada y que asegure el crecimiento y el desarrollo correcto del pequeño es aquella que se basa en una nutrición variada, equilibrada y adecuada en cantidad, de acuerdo con su edad y constitución.

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