El sentido del oído es muy importante para el desarrollo de un niño, ya que para procesar la información que nos transmite el entorno debemos desarrollar el sentido de la audición.

Desde el momento del nacimiento los bebés tienen el sentido del oído más o menos desarrollado, e incluso pueden oír y responder a los sonidos veintiocho semanas antes de su nacimiento, donde ya han tenido la oportunidad de escuchar el paso de la sangre por el cordón umbilical, ruidos intestinales y latidos del corazón de su madre.

Pero el líquido amniótico que ha penetrado en el conducto auditivo del bebé durante nueve meses produce una oclusión que hace que durante las dos semanas después de su nacimiento pueda llegar a disminuir su capacidad auditiva, aunque siga respondiendo a estímulos a través de la vista, la aceleración del ritmo cardíaco y la respiración.

Poco a poco podrán ir diferenciando sonidos de habla humano y sonidos no verbales como el ruido de un tambor.

Además, los bebés reaccionan ante sonidos que les resultan familiares, sonidos que estuvo escuchando durante los nueve meses de gestación y que tiene la capacidad de recordar y reaccionar ante ellos, bien de manera agradable si le produjo tranquilidad en su momento, (puede que incluso le ayude a conciliar el sueño) o de manera desagradable si le resultaba ruidoso o molesto (lo que le llevará a llorar).

Es importante conocer algunos de los hechos más relevantes de la evolución auditiva humana. El oído se desarrolla mayoritariamente de manera intrauterina, su formación comienza durante las primeras semanas en unas protuberancias situadas bajo la cabeza, a ambos lados del cuello; poco a poco los pabellones auditivos se irán desplazando desde ahí hasta su correcta localización.

Desde el final del sexto mes el oído ya está en su sitio y completamente formado, pero el feto ya puede percibir sonidos procedentes de la madre o del exterior desde la décimo sexta semana.

Desde el primer mes después del nacimiento tiene la capacidad de responder ante un ruido girando la cabeza, se siente atraído por sonidos del habla humana, sobre todo en tonos más fuertes de lo normal, aunque oyen mejor las frecuencias bajas.

Entre los dos y los cuatro meses es capaz de inclinarse por uno u otro sonido vocálico y al quinto mes percibe las emociones de los seres que le rodean.

Con seis meses perfecciona la sensibilidad auditiva hasta percibir correctamente las frecuencias y tonos dados en el entorno, así el niño será capaz de discriminar sonidos con el paso del tiempo.

Las reglas básicas para la estimulación de la audición del bebé son:

  • Una pronunciación exagerada o emitir sonidos articulados.
  • La creación de un diálogo a base de preguntas repetitivas.

Con una buena base de la adquisición del lenguaje, la estimulación auditiva debe estar unida a los movimientos del cuerpo, la utilización de la boca y la lengua. Es importante que te observe para que empiece a repetir sonidos, debemos repetir lo que ha dicho para ir estableciendo pequeños diálogos que sean muy enriquecedores para fortalecer y favorecer el vínculo afectivo entre padres e hijos.

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