Es necesario saber que en la etapa infantil de 0 a 6 años los niños son muy inquietos, tienen atención selectiva y no son capaces de centrarse en un aspecto durante mucho tiempo, se encuentran en pleno desarrollo, es por eso por lo que se diagnostica a partir de los 7 años. Si se detecta en el aula de infantil un niño con TDAH, lo que se va a intentar es modificar, controlar y hacer desaparecer la conducta.
Intervenciones más frecuentes
“El enfoque terapéutico cognitivo-conductual ha demostrado ser la herramienta más eficaz que disponemos para reducir los comportamientos perturbadores de los niños con TDAH y aumentar los comportamientos autocontrolados”.
Soutullo y Díez, 2007
Para utilizarlo, hay que hacer partícipe a las personas encargadas de la educación del niño.
Aspectos que se trabajan con estas técnicas:
- Desarrollo y orientación personal.
- Resolución de conflictos.
- Entrenamiento en auto-instrucciones.
- Organización y planificación de la conducta en función de objetivos y metas.
- Autorregulación emocional.
- Entrenamiento en habilidades y estrategias internas.
Programas cognitivos-conductuales
Entrenamiento en solución de problemas
Se basa en adquirir el autocontrol a través del pensamiento secuencial apoyándose en actividades sencillas, sociales e interpersonales. Su entrenamiento se desarrolla en cuatro fases (Urueta, 2003):
- Fase 1: Reconocimiento del problema. Se les enseña a los niños a entender cuáles son las señales que hacen aparecer un problema.
- Fase 2: Análisis del problema. Los niños deben explicar los orígenes del problema a través del análisis y el diálogo.
- Fase 3: Formular soluciones alternativas y valorar sus consecuencias. Los niños elaborarán diversas soluciones para seleccionar la mejor.
- Fase 4: Pensamiento Medios Fines. Se les ayuda a expresar sus propios sentimientos, a empatizar con los demás y respetarlos, a colaborar con sus semejantes y los adultos, etc.

Entrenamiento autoinstruccional
Con esta técnica se fomenta el uso del lenguaje en la autorregulación del comportamiento para solucionar los problemas. El niño realiza actividades sencillas para que se habitúe a pensar en lo que dice. Poco a poco se va aumentando su aplicación a diversas situaciones: personales, sociales, etc. Esta técnica es muy útil para cambiar la conducta del niño mediante sus propias sugerencias, guiando así, su propia conducta.
Entrenamiento de inoculación de estrés
Esta técnica ayuda a los niños a manejar situaciones que les provoca estrés para que puedan autocontrolarse, de esta manera podrán relajarse y usar estrategias adaptativas para su vida diaria.
Modelado participativo
Esta técnica se basa en el aprendizaje observacional y el profesor ejerce de estímulo provocando así conductas o pensamientos en los niños, sirviendo tanto para adquirir conductas o habilidades como para inhibir o desinhibir conductas determinadas.
Utilización de contingencias
Con esta técnica se controlan los factores ambiente partícipes en las alteraciones del trastorno, favoreciendo los procedimientos cognoscitivos que provocan las conductas y estrategias alternativas.
Costo de respuesta
El niño pierde un privilegio a causa de una conducta inadecuada, se le quita en el mismo momento de realizarla para así conseguir que reduzca ese comportamiento. Esta técnica es muy eficaz como retroalimentación negativa para los niños que muestran este tipo de trastornos.
Economía de fichas
Es utilizada para fomentar la conducta esperada por el docente a través de los reforzamientos.
Krasner (1971, citado en Trull 2003) señala tres razones para el uso de este procedimiento:
“a) debe haber una especificación clara y cuidadosa de los comportamientos deseables que se reforzarán;
b) debe establecerse un reforzador definido con claridad (por ejemplo fichas de plástico, tarjetas o monedas);
y c) se fijan reforzadores de respaldo. Estos pueden ser privilegios especiales u otras cosas deseadas por el paciente”.
Retroalimentación
“Es un reforzador condicionado que hace referencia al conocimiento de los resultados de la propia ejecución y no siempre incluye eventos adicionales que pudieran ser reforzantes por mérito propio”. (Kazdin, 2000)
Reforzadores sociales
Se aplican fácilmente en la vida diaria del niño y en un sinfín de situaciones, se incluyen las caricias, el afecto, las palabras amables y de aprobación, las sonrisas, etc. Este refuerzo debe obtenerlo el niño con su buen comportamiento.
Reforzador positivo
Gracias a esta técnica, en el niño aumentan las conductas deseadas por el docente. Al niño se le ofrece un refuerzo positivo si su comportamiento es el adecuado.
Técnica de la Tortuga
Esta técnica se usa con todo el grupo y se cuenta la historia de una tortuga, la cual tiene una conducta similar al niño con TDAH. Es muy útil, ya que se hace partícipe a toda la clase para poder ayudar al niño en cuestión.
Es necesario ser constante y no decaer. Según Barkley, antes de decidir que un programa de modificación de conducta no funciona debe ponerse a prueba, al menos, durante dos semanas.
Barkley, 2001
Cuento de la tortuga
En una época muy remota vivía una tortuga joven y elegante. Tenía (x) años de edad y justo entonces acababa de empezar (X) curso. Se llamaba Tortuguita.
A Tortuguita no le gustaba ir al colegio. Prefería estar en casa con su madre y su hermanito. No quería estudiar ni aprender nada de nada; sólo le gustaba correr y jugar con sus amigos o pasar las horas muertas viendo la televisión. Le parecía horrible tener que hacer cuentas y más cuentas; y aquellos horribles problemas de matemáticas que nunca entendía. Odiaba con toda el alma leer y lo hacía bastante mal y era incapaz de acordarse de apuntar los deberes que le mandaban. Tampoco se acordaba nunca de llevar los libros al colegio.
En clase, jamás escuchaba a la profesora y se pasaba el rato haciendo ruidos que volvían locos a todos. Cuando se aburría, y sucedía muy a menudo, interrumpía la clase chillando o diciendo tonterías que hacían reír a todos. En ocasiones, intentaba trabajar pero lo hacía rápido para terminar cuanto antes y se volvía loca de rabia cuando, al final, le decían que lo había hecho mal.
Cuando esto sucedía arrugaba las hojas o las rompía en mil pedazos. Así transcurrían los días.
Cada mañana, camino del colegio, se decía a sí misma que iba a esforzarse todo lo posible para que no la castigasen en todo el día. Pero, al final, siempre acababa metida en algún lío. Casi siempre se enfurecía con alguien y se peleaba constantemente, aunque sólo fuera porque creía que el que le había empujado en la cola lo había hecho a propósito. Se encontraba siempre metida en dificultades y empezó a estar harta del colegio. Además, una idea empezó a rondarle por la cabeza; «soy una tortuga muy mala», se decía. Estuvo pensando esto mucho tiempo sintiéndose mal, muy mal.
Un día, cuando se sentía más triste y desanimada que nunca, se encontró con la tortuga más grande y más vieja de la ciudad. Era una tortuga sabia, tenía por lo menos 100 años y su tamaño era enorme. La tortuga sabia se acercó a Tortuguita y le preguntó qué le ocurría. Tortuguita tardó en responder impresionada por semejante tamaño. Pero la vieja tortuga era tan bondadosa como grande y estaba deseosa de ayudarla. «¡Hola!», dijo con
voz inmensa y rugiente, «voy a contarte un Secreto. ¿No comprendes que llevas sobre ti la solución para los problemas que te agobian?»
Tortuguita no sabía de qué le estaba hablando. « ¡Tu caparazón, tu caparazón!», exclamó la tortuga sabia, « ¡para eso tienes una coraza! Puedes esconderte en su interior siempre que te des cuenta de que lo que estás haciendo o diciendo te da rabia. Entonces, cuando te encuentres dentro de tu concha dispondrás de un momento de tranquilidad para estudiar tu problema y buscar la mejor solución. Así que, ya lo sabes, la próxima vez que te irrites, métete inmediatamente en tu caparazón».
A Tortuguita le gustó la idea y estaba impaciente por probar su nuevo secreto en el colegio.
Llegó el día siguiente y, de nuevo, Tortuguita cometió un error que estropeó su hoja de papel blanco y reluciente, empezó a experimentar otra vez sentimientos de furia y rabia, y cuando estaba a punto de perder la paciencia y arrugar la hoja, se acordó de lo que le había dicho la vieja tortuga. Rápida como el rayo, encogió sus brazos, piernas y cabeza, apretándolas contra su cuerpo, deslizándose hacia el interior de su caparazón. Permaneció así hasta que tuvo tiempo de pensar qué era lo mejor que podía hacer para resolver su problema con la hoja. Fue estupendo para ella encontrarse allí tan tranquila y confortable dentro de su concha donde nadie podía molestarla.
Cuando por fin salió de su concha, se quedó sorprendida al ver que su profesora le miraba sonriente. Tortuguita explicó que se había puesto furiosa porque había cometido un error. La profesora le dijo que estaba orgullosa de ella porque había sabido controlarse. Luego, entre las dos, resolvieron el fallo de la hoja. Parecía increíble que con una goma y borrando con cuidado, la hoja pudiera volver a quedar limpia.
Tortuguita continuó aplicando su secreto mágico cada vez que tenía problemas, incluso en el recreo. Pronto, todos los niños que habían dejado de jugar con ella por su mal carácter, descubrieron que ya no se enfurruñaba cuando perdía en un juego ni pegaba a todo el mundo por cualquier motivo. Al final de curso, Tortuguita aprobó todo y jamás le faltaron amigos.