La disfemia, más conocida como tartamudez, es un trastorno del habla, basada en alteraciones de la fluidez del lenguaje y que se caracteriza por la repetición de sonidos, sílabas o palabras, prolongaciones e interrupciones continuas en la comunicación debido a bloqueos motores, tiene su máximo desarrollo entre los 2 y 5 años.

Entre sus causas se encuentran:

  • Causas neurológicas: tienen características orgánicas específicas en el cerebro.
  • Causas psicológicas: el desarrollo lingüístico es vital en la edad temprana, al igual que el estado psicológico del niño, donde entran factores como el estrés, tensión prolongada, ansiedad, miedo, falta de autoestima, etc.
  • Causas hereditarias: según J. Sangorrín en su artículo sobre disfemia o tartamudez “Se admite la existencia de un factor genético de predisposición a desarrollar una tartamudez, aunque no se sabe hasta qué punto es determinante de la gravedad del trastorno ni de su posible cronificación”.
  • Causas sociales: conductas de las personas que se encuentran en su entorno más cercano, como pueden ser las burlas, la impaciencia, la presión social, etc.
  • Género: existe un porcentaje mayor de casos de disfemia en niños que en niñas, 4/1.

El niño con disfemia suele ser tímido, siente una gran incomodidad al hablar, y además le cuesta, muestra tensión corporal y le aterra hablar en determinados momentos por miedo a equivocarse o bloquearse, provocando de esa manera la repetición o prolongación de palabras, frases, sílabas o sonidos, mostrando cambios de intensidad y frecuencia en su voz y dificultad en su patrón respiratorio, acabando por no participar en clase para no ser objeto de burla ni sentirse nervioso o angustiado.

En el momento de la intervención se deberían tener en cuenta los siguientes puntos:

  • Mantener una charla con el grupo para explicarles lo que es la disfemia y en qué consiste, para que los compañeros empaticen y no surjan burlas o insultos.
  • Crear en el aula un ambiente de seguridad y confianza para que el alumno se sienta relajado y optimista para interaccionar con el docente y sus compañeros.
  • Escucharle atentamente hasta que finalice lo que quiera decir, sin presionarle o terminarle las frases.
  • Permitirle en todo momento que se exprese, creando en el aula un ambiente natural y tranquilo, normalizando la situación.
  • Mostrar interés en sus comentarios, sin corregirle ni hacer sugerencias.
  • Ofrecerle comprensión y apoyo desde una perspectiva afable y empática.
  • Diseñar actividades en grupo para que interaccione con sus compañeros.
  • Fomentar su participación en todos los eventos, sin obligarle o presionarle.
  • Como docentes, ser conscientes de las sensaciones que nos provoca la situación, aceptando cualquier emoción que pueda surgir.
  • Trabajar con el grupo las emociones para sensibilizarles ante los problemas ajenos.
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