Francisco de la Peña Olvera, psiquiatra infantil y maestro en ciencias médicas, define el Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) como:

“Una disfunción cerebral mínima, hiperquinesia, trastorno hiperquinético, entre otros. El TDAH es una enfermedad crónica, de inicio en la infancia y que en la mayoría de las ocasiones persiste en la adolescencia y en la vida adulta, se caracteriza por una tríada sintomatológica: inatención, hiperactividad e impulsividad que producen deterioro en el funcionamiento familiar, académico, social o laboral”.

Barkley lo considera como “un trastorno del desarrollo caracterizado por unos niveles evolutivamente inapropiados de problemas atencionales, sobreactividad e impulsividad. Normalmente surgen ya en la primera infancia, son de naturaleza relativamente crónica y no pueden explicarse por ningún déficit neurológico importante ni por otros de tipo sensorial, motor o del habla, sin que tampoco se detecte retraso mental o trastornos emocionales graves.  Estas dificultades guardan una gran relación con una dificultad para seguir las conductas gobernadas por reglas y con problemas para mantener una forma de trabajo consistente a lo largo de períodos de tiempo más o menos largos”.

La primera vez que se habló sobre este trastorno fue en 1902, los médicos de aquella época diagnosticaron de síndrome post-encefálico a unos niños con carácter movido y falta de concentración, pero a la larga fue un diagnóstico fallido puesto que nunca habían tenido encefalitis.

En los años 60 apareció Leon Eisenberg, quien llamó al mismo trastorno “reacción hipercinética de la infancia” y estudió a varios alumnos, probando diferentes psicofármacos con estos, el metilfenidato entre ellos, que es el que actualmente prevalece como tratamiento para el TDAH. Años después este trastorno se incluyó en el Manual Diagnóstico y Estadístico (DSM) y desde entonces forma parte de él, cambiando su nombre por Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad.

Es usual encontrarse con puntos de vista contrarios, uno de ellos “biologicista”, que define al TDAH como un trastorno cerebral de origen biológico, con factores genéticos con predominio ambiental y por otro lado, está el punto de vista “psicologicista”, que consideraría al TDAH una variante psicológica del desarrollo marcado por factores sociales y no tanto como un trastorno. (Terán 2012).

Los niños con TDAH se diferencian por tener las siguientes particularidades: son despistados, les cuesta mantener la atención o centrarse en algo específico o que dure mucho tiempo, tienen dificultad para seguir las normas o esperar los turnos, interrumpen continuamente a sus iguales, alejándose de los entornos sociales debido a que les supone un esfuerzo importante permanecer en grupo. Los síntomas pueden variar con la edad, de pequeños tienen una inmensa actividad motora y problemas para controlarla, que cuando se consigue, el niño entra en un estado de intranquilidad y nerviosismo.

Debido al efecto que tiene este trastorno a nivel educativo: fracaso escolar y entorpecimiento de las clases (donde los afectados son tanto los compañeros como él mismo), se ha hecho eco de diversos estudios para poder estudiar y comprender las causas que lo originan. Investigaciones recientes aseguran que hay un incremento notable en el porcentaje de niños con TDAH, estando un 5% de ellos en edad escolar. Este trastorno está considerado uno de los más comunes en la infancia junto a la dislexia. Normalmente es más frecuente en niños que en niñas (cinco niños por cada niña), aunque suele ser más difícil observar estos comportamientos en las niñas.

No suele diagnosticarse TDAH hasta que el niño entra en el segundo ciclo, a los seis años, aunque los síntomas estén presentes anteriormente, por eso sería importante una pronta intervención temprana en la escuela y así, poder trabajar con el niño, compensando sus dificultades. La intervención que se les hace en el ambiente educativo es únicamente a los niños diagnosticados, dejando a un lado a los que, aun sin estarlo, presentan los síntomas.

Los docentes tienen que formarse adecuadamente para ofrecer una intervención apropiada a los alumnos con TDAH. Estos deben creer en las posibilidades del niño, buscando diferentes alternativas que se ajusten a sus necesidades para que pueda desarrollarse cognitiva y socialmente. También debemos conocer la sintomatología que conlleva este trastorno y saber distinguir entre un niño inquieto, con ansiedad o estrés y uno con TDAH, además de presentar las adaptaciones curriculares que fueran necesarias.

Características

El niño con TDAH no tiene un comportamiento extraño durante la infancia. Suelen tener dificultad para controlar sus acciones delante de otros niños, por lo que es mucho más fácil controlarlas cuando están solos.

Las características principales según la Federación Española de Asociaciones de Ayuda al Déficit de Atención e Hiperactividad (FEAADAH) son:

  • Atención: Son caracterizados por la falta de atención, de manera que se distraen con mucha facilidad. Estos niños no son capaces de seguir unas normas y por lo tanto tampoco pueden organizarse. Suelen evitar situaciones complejas para ellos que requieran una gran actividad mental.
  • Impulsividad: Actúan inmediatamente, sin pensar en las consecuencias que puede conllevar esa acción. Son incapaces de controlar sus impulsos. Suelen romper las cosas con mucha facilidad e interrumpen constantemente. Normalmente suelen estar de mal humor.
  • Hiperactividad: Presentan una actividad incontrolada, de manera que hablan demasiado, no guardan los turnos, a menudo mueven en exceso las manos y los pies, y por lo tanto, les cuesta estar sentados.

Estas características se pueden dar en otros ámbitos conductuales como el comportamiento, el aprendizaje y la obediencia de normas:

  • Comportamiento: Tienen comportamientos inadecuados e inmaduros para su edad, con lo cual pueden mostrarse violentos o agresivos.
  • Aprendizaje: Tienen dificultades en la capacidad para procesar la información que reciben, así como problemas de memorización y dificultades perceptivas, por ello la mayoría tiene un rendimiento escolar más bajo de lo normal.
  • Disciplina: No cumplen las normas, de manera que hacen lo contrario de lo que se les pide, por ello son impacientes y no son capaces de guardar el turno. Todo esto conlleva un déficit en la conducta.

A todas estas características hay que sumarle el alto grado de frustración que les produce no poder realizar la tareas con las misma rapidez que sus iguales, lo que produce la queja por parte de los profesores y el rechazo inmediato de sus compañeros, de manera que se canaliza en una baja autoestima, depresión e incluso ansiedad y en algunos casos trastornos.

En este post seguiré hablando acerca de las causas y los subtipos del TDAH.

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