Los terrores nocturnos, las pesadillas y el sonambulismo constituyen lo que los pediatras denominan “parasomnias”, y son habituales en los niños, más concretamente en un 17% de la población infantil. Pero no hay que preocuparse, la mayoría de las veces desaparecen con el tiempo y todo vuelve a la normalidad; eso sí, si los episodios son fuertes o agresivos es conveniente consultárselo al pediatra para que descarte alguna patología o le realicen un estudio del sueño.

Pero, ¿Qué son los terrores nocturnos?

Los terrores nocturnos son episodios de terror que se producen en la fase No-REM del sueño, (es la primera etapa del sueño), normalmente ocurren en las primeras horas de la noche en el que, de pronto, se escuchará al peque gritar o llorar.

Según el DSM-V los terrores nocturnos son: “Episodios recurrentes de despertar brusco con terror, que generalmente comienzan con gritos de pánico. Durante cada episodio, existe un miedo intenso y signos de alerta autónoma, como midriasis, taquicardia, taquipnea y sudoración. Existe insensibilidad relativa a los esfuerzos de otras personas para consolar al individuo durante los episodios”.

Su prevalencia es más baja que las famosas pesadillas, llegando solo a un 1-5% de los niños escolarizados.  La edad puede variar, es más frecuente entre los 3 y 6 años pero puede alargarse hasta los 12-15, siendo más habitual en niños que en niñas.

Terrores nocturnos.

La Asociación Española del Sueño (ASENARCO) estima que un 40% de la población ha sufrido algún episodio de terrores nocturnos en su infancia, y si nuestro peque sufre uno de estos episodios nos aconseja lo siguiente:

“Cuando el niño se despierte asustado con terror, no debemos entrar en su cuarto encendiendo todas las luces. Es preferible andar un poco a tientas y encender sólo una luz suave. De esta manera evitaremos que asocie la oscuridad con el malestar y la luz con la seguridad y que pueda acabar desarrollando un miedo a la oscuridad. Además así será más sencillo que se duerma de nuevo.

Si el niño acaba de despertarse aterrado hay que consolarle y ayudarle lo antes posible. Se le puede abrazar y cogerle de la mano mientras se le tranquiliza con palabras. Háblale con ternura pero también con firmeza y seguridad.

En el momento de haber tenido el suceso no es buena idea hablar en detalle sobre ello. El niño podría activarse más y eso dificultar el dormirse. Es bueno darle una explicación adecuada a su edad explicándole que ha sido “un mal sueño”, que le pasa a toda la gente y que no puede hacerle ningún daño.

Es recomendable permanecer con el niño hasta que se haya calmado lo suficiente como para volver a dormirse, pero también es importante que el niño permanezca en su habitación y duerma en su propia cama. Si permitimos que nuestro hijo se acueste con nosotros cada vez que tenga miedo o pesadillas, o somos nosotros los que dormimos con él no le ayudaremos a superar esta etapa. Pudiendo tener las siguientes consecuencias:

  • Existe el riesgo de que se convierta en un hábito difícil de romper.
  • Los niños pueden tener la impresión equivocada de que en realidad hay algo que temer en sus propias camas o en su habitación.
  • Y por otro lado el niño creerá que no es capaz de superarlo por sí solo creando dependencia e inseguridad en sí mismo”.
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